Después de ver Alquézar y pasar por otro pueblo llamado Bierge a saludar a un amigo, continuamos nuestro viaje hacia Pamplona. Esta vez paramos en Riglos, un pueblo donde siempre habíamos querido detenernos, pues lo habíamos visto de lejos y nos llamaba mucho la atención por los famosos Mallos de Riglos, las paredes rocosas que vigilan el pueblo.
Unas vistas del pueblo desde lejos, tal y como lo había visto en otras ocasiones:
Esta vez sí que paramos en el pueblo. Tomamos el pequeño desvío que sale a nuestra derecha y que en cinco kilómetros nos lleva a Riglos.
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Por fin en el pueblo.
Lo primero que hicimos fue subir hacia la iglesia.
Así llegamos a lo más alto del pueblo: la iglesia.
Desde allí vimos algo frecuente en estas paredes: escaladores.
Tras un rato por allí volvimos a bajar. Una miradica atrás...
Esta característica formación es conocida aquí: la llaman "El Puro" y está separada del "Mallo Pisón" por una larga brecha.
Nos despedimos de este curioso rincón parando en un bonito mirador desde donde tenemos estas vistas.
Y aquí acaba esta visita relámpago que nos ha dejado un bonito sabor de boca...
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