Después de ver
Alquézar y pasar por otro pueblo llamado Bierge a saludar a un amigo, continuamos nuestro viaje hacia Pamplona. Esta vez paramos en
Riglos, un pueblo donde siempre habíamos querido detenernos, pues lo habíamos visto de lejos y nos llamaba mucho la atención por los famosos
Mallos de Riglos, las paredes rocosas que vigilan el pueblo.