Cimas: Trinidad de Lumbier.
Punto de Partida: Lumbier.
Tipo de ruta: Circular.
Desnivel aproximado acumulado:
Tiempo aproximado sin paradas:
Otras observaciones:
El jueves 18 de diciembre, Juan Luis y yo íbamos a hacer una salida no muy larga, la última del año porque el fin de semana nos íbamos ya a Toledo Ester y yo. En principio íbamos a subir el Baigura, techo de los Montes de Areta, pero al llegar a la bajada de Loiti vimos que estaba todo cubierto en aquella zona, así que decidimos hacer una ruta más modesta aunque también con mucho encanto.
[Al Baigura fuimos finalmente el 16 de enero, apenas un mes después...]
La ruta que hicimos, también llamada ruta de los Puentes de Lumbier, consiste en un recorrido circular que parte del pueblo de Lumbier y recorre el extremo más occidental de la Sierra de Leyre. Con nosotros vino un amigo suyo, Claudio, que hacía tiempo que no salía al monte y ya tenía ganas... aunque debió acabar cansado de nuestras continuas paradas para hacer fotos...
La ruta asciende por una ancha pista a la Ermita de la Trinidad (740 m.). Luego continúa por el borde de la montaña hasta alcanzar el vértice geodésico de la Trinidad (846 m.) y luego desciende por la ladera sur entre curiosas formaciones de la roca caliza y grandes barrancos hasta la orilla del río Irati. Desde este punto volvemos a Lumbier remontando el curso del río y atravesando la conocida Foz de Lumbier.
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Aquí algunas estampas del pueblo cerca de donde dejamos el coche.
Nosotros empezamos a andar por la carretera que lleva a la foz. Cruzamos por un puente moderno el río Salazar, que desciende de la Sierra de Abodi y que, poco antes de llegar aquí, ha excavado la Foz de Arbayún, también muy conocida.
Por el puente que cruzamos, atravesaba el Tren del Irati el río Salazar, camino de Liédena. Era conocido como "Puente de los Hierros". De este material estaba hecha su estructura superior. Se construyó en 1909. El tren Irati funcionó de 1911 a 1955 y, después, toda su infraestructura (con 27 puentes) quedó inservible. Hoy en día se usa para el paso de vehículos. Fuente: diario de navarra.
Frente a nosotros, río arriba, tenemos otro puente, el Puente de las Cabras. Su estructura es de origen medieval. Tiene una longitud de 40 metros y una anchura, entre paramentos exteriores, de 3 metros. Consta de cuatro arcos de medio punto, uno central de 10 metros y los otros laterales a ambos lados. Tiene tajamares aguas arriba. En fin, una preciosidad.
Ahora el río Salazar bajaba con bastante agua, pero más abajo podéis ver una foto de cuando baja más crecido, sacada de este enlace.
Continuamos tras cruzar el río, a nuestra izquierda, por una pista de tierra que sigue el curso del río. En seguida llegamos junto al Puente de las Cabras.
Nuestro camino continúa por la pista de tierra hasta llegar a un cruce a la derecha que nos sube hacia la ermita de la Trinidad. Nosotros nos metimos antes de tiempo por otro cruce y tuvimos que atravesar luego entre dos campos para salir al camino correcto, pero vamos, no tiene pérdida.
El camino que sube a la ermita está jalonado con un gran Via Crucis, pues el día de la fiesta grande de la ermita, el día de la Santísima Trinidad (el domingo después de Pentecostés), se celebra una romería penitencial muy concurrida.
Esta romería comienza a las ocho de la mañana con tañido de campanas y con la procesión que, durante más de una hora, asciende hasta la ermita, a 740 m. de altitud. Se trata de una romería donde la seriedad y el espíritu penitente hacen presencia con la imagen de los entunicados de la hermandad de Los Cruceros que caminan hasta arriba cargando las cruces. Se celebra desde el siglo XIX cumpliendo un voto del pueblo y promesas particulares. Los penitentes visten túnicas negras muy austeras y salen de la iglesia parroquial de La Asunción, cargando pesadas cruces de madera sobre el hombro izquierdo. La romería discurre en fila, con los más jóvenes entre Los Cruceros encabezando la romería. Les siguen en orden de antigüedad los más mayores, andando descalzos. Un grupo de devotos acompaña a los penitentes durante el camino hacia la ermita. Otros esperan en la ermita, donde hay celebración y jornada festiva. Al atardecer se reza una salve en honor de La Virgen de Ujué. (información de esta web)
Abajo tenemos en seguida unas bonitas vistas de Lumbier, con la iglesia Parroquial de la Asunción destacando sobre el apiñado caserío.
Se trata de un templo edificado en el siglo XIV, de planta de cruz latina, con nave única de cinco tramos, amplio crucero y cabecera pentagonal.
El retablo mayor, de grandes proporciones, alberga en su mazonería barroca las esculturas y relieves realizados en el siglo XVI por Pedro de Moret y Fray Juan de Beauves, y pintados por Juan de Landa. Cabe destacar la talla de la Asunción, en la calle central.
En los muros del testero del crucero hay dos retablos romanistas de Juan de la Hera, escultor de Lumbier. Su arquitectura es muy semejante, con banco, dos cuerpos en tres calles y ático.En los muros laterales del crucero hay sendos retablos barrocos. En la nave, frente a la puerta de ingreso, ha sido colocado un crucifijo gótico del siglo XIV, procedente de la ermita de San Adrián. En el muro de la epístola se halla un pequeño retablo del siglo XVI, cercano al estilo de Pedro Moret. El retablo de Santa Catalina se atribuye al lumbierino Juan de Huici, y la talla que hay en ella, lo único policromado, a Juan de Landa.
En el exterior, la torre se levanta a los pies constituyendo un gran bloque prismático.
Fuente: http://www.lumbier.es/es/
Por fin, tras unos tres cuartos de hora de ascensión desde el coche, llegamos a la Ermita de la Trinidad, a 740 m. de altitud. En sí misma tiene poco valor arquitectónico, pero alberga una talla prerrománica de la Trinidad de madera de nogal negro, de 120 x 48 centímetros, que data del siglo X.
Desde aquí ya podemos gozar de bonitas vistas. A la derecha tenemos la Peña Izaga (1361 m.). La Higa de Monreal (1289 m.), a su izquierda, permanece oculta entre las nubes.
Al norte, el Baigura (1477 m.) y el resto de los Montes de Areta, nuestro objetivo original, siguen metidos en la nube. Menos mal que no hemos ido, pues no habríamos visto nada...
A nuestros pies la Foz de Lumbier, por donde volveremos.
Tras un breve descanso para admirar las vistas y respirar la tranquilidad del paraje, continuamos por una senda que parte de la cabecera de la ermita, junto a un pequeño altar blanco que hay fuera.
Desde aquí y hasta que bajemos de nuevo a la pista de tierra seguiremos unas marcas de pintura roja y unos cairns para no perdernos. Nos adentramos en un laberinto de boj con muchas sendas, por lo que si perdemos las señales cualquiera sabe dónde acabaremos...
El primer tramo tiene poca pérdida. Vamos junto al borde del barranco y, en general, la senda es clara. Así seguirá hasta alcanzar el vértice geodésico, punto más alto de nuestra ruta.
El sol, del que hacía tiempo que no sabíamos nada, nos proporciona unos graciosos contraluces.
En unos 20 minutos desde la ermita llegamos al vértice geodésico de la Trinidad (846 m.). Está totalmente escondido entre el boj y para ver algunas vistas hacia el norte tuvimos que subirnos encima...
Desde arriba ya teníamos una bonita vista hacia el norte de los Montes de Areta y las primeras cumbres de los Pirineos llenas de nieve. El día estaba bonito de luz, pero hacía un viento frío muy desapacible.
Al oeste Izaga y la Higa, aún dentro de la nube.
Hacia el sur, los meandros del río Irati, que acaba de recibir las aguas del Salazar, van al encuentro del río Aragón, al que se une un poco más abajo. Entre la calima se distinguen por allí las poblaciones de Liédena y Sangüesa, con la Sierra de Peña al fondo.
Detrás del vértice, a la derecha del mismo según hemos llegado, continúa nuestra senda con las marcas de pintura y algún cairn, así como unas señales de plástico blancas atadas a las ramas de algunos arbustos. Siempre vamos cerca del borde del barranco, sin internarnos mucho en el laberinto de boj.
En 5 minutos desde el vértice llegamos a un paso en el que hay que descender por unas peñas. El paso está señalado con un cable negro y con las marcas de pintura. No es complicado, pero hay que usar las manos.
Continuamos siguiendo las señales por una terraza inferior de la montaña. Toda esta ladera son como pequeñas terrazas amuralladas... Aquí vemos el paso por el que hemos bajado.
Ya empiezan a verse algunos de los "puentes" tan característicos de esta zona.
Estamos en un balcón privilegiado.
Otro de los atractivos del paraje es la abundante población de buitres, que anidan en estos escarpes.
Tirando del zoom...
Una buitrera.
Liédena y Sangüesa.
Continuamos nuestra ruta siguiendo las señales para bajar ahora al primero de los dos "puentes" por los que pasaremos.
Y por fin, tras poco menos de media hora desde el vértice (con paradas) llegamos al primero de los "puentes" u "ojos" que ha formado el agua con el paso de los siglos.
Foto artística desde el medio del arco.
Decimos adiós al puente (que no atravesamos) y seguimos por nuestro camino que discurre con numerosos altibajos al pie de los farallones de la sierra. Desde aquí creo que se puede bajar directamente haciendo más corta la ruta, pero nosotros seguimos las señales y continuamos.
Al cabo de un cuarto de hora aparece ante nosotros el siguiente arco que atravesaremos (ahora sí) para descender ya por la ladera de la sierra.
Al cruzarlo, a la izquierda, sube un camino que no sé si llevará a otro ojo que vemos un poco más arriba, pero como las marcas nos indican que bajemos a la derecha, seguimos por ahí nuestro itinerario. Descendemos por un claro sendero entre el boj.
Abajo salimos a una pista de tierra en un claro. Desde ahí se ve muy bien la Peña Izaga.
... y toda esta parte de la sierra de Leyre que hemos recorrido.
No teníamos muy clara esta pista en nuestro itinerario y la tomamos hacia la izquierda. Pero cuando nos quisimos dar cuenta estábamos sobre las canteras que hay pasado Liédena viendo enfrente de nosotros el Embalse de Yesa y la Peña Oroel.
Abajo el caserío del pueblo de Liédena.
Así que volvimos para atrás siguiendo la pista en dirección contraria hasta llegar a un cruce de caminos señalizado. Ahora sí que cogíamos la pista que va a la izquierda, pero más abajo que la que habíamos tomado por error. Seguimos la señalización hacia la Foz de Lumbier. Nosotros veníamos por la pista que baja de las laderas rocosas de la sierra.
Seguimos por esta pista. Al rato se incorpora otra que viene de las canteras cercanas. Seguimos bajando por la nuestra hasta llegar a un cruce señalizado, justo después de una curva muy cerrada.
Abajo vemos ya el río Irati. Nuestro camino es el de la izquierda, que acaba bajando a la ancha pista de tierra que discurre junto al río. Ésta es ya la vía verde que han habilitado aquí por donde discurría la vía del Tren del Irati.
Aquí comimos, en una especie de merendero bastante abandonado. Junto al río se repira una absoluta tranquilidad.
Por la antigua vía del tren continuamos después nuestra ruta hacia la foz, donde llegaremos en unos 20 minutos.
Me llamaron la atención estas colmenas, a un lado de nuestro camino.
Cuando llegamos al túnel excavado en la roca que da acceso a la foz, quisimos visitar el destruido Puente del Diablo o Puente de Jesús, que se ve muy bien por la carretera que va a Jaca. Tomamos un camino a la izquierda del tunel que nos lleva a las ruinas. Está muy expuesto y hay que ir con sumo cuidado.
Así llegamos a asomarnos a la entrada (más bien salida, siguiendo el curso del río...) de la foz.
El río Irati bajaba repleto de agua.
Este es el puente visto desde la otra orilla del río. La foto es de José A. Perales.
Sobre este curioso puente con el peculiar antagonismo de sus dos nombres existe una bonita leyenda que transcríbo aquí, sacada de un artículo del Diario de Navarra.
Según cuenta una de las leyendas más conocidas, cerca de la foz de Lumbier, en la orilla derecha del río Irati, había un palacio donde vivía una rica dama llamada Magdalena. Aunque era joven y bella, la señora padecía del riñón y del estómago. Por eso, un día, su bondadosa esclava Cliastela, se ofreció a llevarle un cántaro del agua de la fuente de Liscar, famosa por sus propiedades curativas. Para ir hasta la fuente, situada cerca de Liedena, había que cruzar el río en barca. Sin embargo, cuando la abnegada Cliastela se disponía a pasar a la otra orilla al atardecer, se encontró con que una riada se había llevado el pontón. La esclava pensó entonces encomendarse a sus dioses antiguos, o quizás a la nueva religión que acababa de llegar de manos de los frailes de Leire. Y en esa duda estaba cuando se le apareció el diablo, en forma de un apuesto caballero que se ofreció a construirle un puente a cambio de su alma. Según el pacto al que llegaron, el viaducto debía levantarse entre las diez de la noche y las seis de la mañana. Mientras la esclava volvía al palacio con su señora , el diablo convocó a una caterva de demonios que pasaron la noche trabajando hasta que terminaron el puente. Eran las seis menos cuarto en el reloj del infierno, cuando los diablos se sentaron satisfechos a contemplar la obra. Poco después, apareció Cliastela, y el diablo le pidió el alma. Pero la esclava, que parecía tonta pero era muy lista , se excusó diciéndole que el puente no se había hecho en el tiempo previsto, ya que el reloj de sol de la torre cercana, como podían comprobar, marcaba las siete. «Desde ahora quedan rotas nuestras relaciones», dijo Cliastela al tiempo que cruzaba la pasarela. «Además, en adelante este puente se llamará puente de… Jesús». Al oír este nombre, los diablos dieron un alarido y cayeron todos juntos en la poza sumergiéndose en las tenebrosas aguas de la foz.
Cuentan en Liédena que, desde entonces, el viaducto se llama indistintamente puente del Diablo o puente de Jesús.
TEXTO: JOSÉ A. PERALES
Lo que se sabe de historia de este puente es lo siguiente, según el mismo artículo.
Antiguamente, los peregrinos y viajeros que venían de Somport por la vía aragonesa, entraban por Navarra cerca del monasterio de Leire. A partir de aquí tenían dos opciones. La más cómoda era ir de Yesa a Sangüesa, y cruzar el puente sobre el Aragón (siglo XI) para seguir luego hacia Monreal por Rocaforte y Liédena. La otra posibilidad era hacer directamente la etapa de Yesa a Liédena, cruzando en barca el río Irati. Esta opción, aunque más directa, tenía el inconveniente de las riadas que a veces se llevaban a la barca, al barquero y sus ocupantes, aguas abajo. Para solventar esta dificultad, el pueblo de Liédena decidió levantar un puente sobre el Irati, y escogió para ello la salida de la foz de Lumbier, que es donde el río es mas estrecho. Construido en el siglo XVI, el pequeño viaducto coincidía con un camino que iba desde Liédena hasta las ventas de Lumbier, siguiendo la falda de la sierra de Leire.
Cerca de aquí, se encontraban las ruinas de la villa romana descubierta en los años veinte del pasado siglo. Todavía hoy no está claro si se trataba de un establecimiento al servicio de la calzada, como dicen algunos, o si se trataba de una lujosa mansión, propiedad de un dominus (propietario) con buen gusto. En cualquier caso, las excavaciones arqueológicas desarrolladas por el Gobierno de Navarra a mediados del pasado siglo, descubrieron alrededor de cincuenta construcciones (viviendas, patios, almacenes, instalaciones termales, lagares, etc…) cuyas ruinas -fechadas en los siglos II y IV respectivamente- quedan a la vista entre la carretera y la foz de Lumbier.
Es posible que el espléndido paraje de la foz, y el remanso de agua que queda hoy a los pies del puente, fuera utilizado por los romanos como zona de baños y de recreo. Sin embargo, el puente del Diablo se construyó doce siglos más tarde. Probablemente, se levantó aquí siguiendo la ley del mínimo esfuerzo, ya que en este lugar del camino es donde el río Irati ofrece menos anchura: ocho metros, frente a los más de cien que tenía el puente de Sangüesa sobre el Aragón.
Según algunos historiadores, el legendario puente fue destruido por los franceses en 1812. Sin embargo, la memoria popular atribuye su destrucción al guerrillero navarro Espoz y Mina. «La tradición oral cuenta que este audaz cabecilla originario del vecino pueblo de Idocin, hizo volar el puente durante la Guerra de Independencia, en marzo de 1811, para impedir el paso de las tropas francesas», escribe Juan Ramón Corpas en su libro Curiosidades de Navarra. Ello provocó la consternación de los hombres de su partida, que al ver el puente cortado, creían cerrada la oportunidad de huir por los cercanos riscos donde habitualmente se emboscaban. Entonces, haciendo alarde de gallardía y capacidad de liderazgo, «don Francisco Espoz y Mina espoleó su caballo y de un salto ganó la otra orilla. Nadie volvió a protestar».
Dejando a un lado las leyendas, lo que parece probado es que los peregrinos utilizaron durante siglos este puentecito y este camino que llevaba por aquí hasta la venta de Judas. «Sabemos que cerca del puente y de la villa romana, en la orilla derecha del río Irati, hubo una especie de hospital de peregrinos, y que junto a él se encontraba la ermita de Santa Elena», dice Beatriz Olleta, alcaldesa de Liédena. Seguramente, la memoria popular asoció la existencia de estas ruinas con el pequeño viaducto, y a partir de aquí elaboró estas leyendas revestidas de fantasía, pero perfectamente ajustadas a la geografía de la zona. «Yo he oído a mi madre, que cuando ella era joven, las mozas de Liédena iban a coger agua a la fuente de Liscar, porque decían que era muy buena para el riñón», añade la alcaldesa. Algunas mozas solían ponerse junto a unas piedras muy grandes que había cerca para dar agua a los peregrinos. Hoy, la fuente se ha secado. Además, el entorno aparece cubierto por el polvillo blanco de una cantera próxima. No obstante, se conservan los tres caños de la fuente y la pila de hormigón donde caía el agua milagrosa de la leyenda.
TEXTO: JOSÉ A. PERALES
Después de la visita al puente entre leyendas e historias continuamos nuestro camino adentrándonos en la Foz por un oscuro túnel excavado en la roca para el Ferrocarril del Irati.
Aquí transcribo otra reseña del mismo artículo que habla de la historia de estos túneles, excavados para el paso del Tren del Irati.
La carretera actual de Pamplona-Jaca se construyó en el siglo XIX. Así que no es de extrañar que el viejo camino que llevaba de Liédena a la ventas de Lumbier perdiera interés después del derribo del puente. Curiosamente, un siglo más tarde, la vieja ruta volvió a recuperarse parcialmente, gracias al ferrocarril del Irati. Según dice David Maruri, investigador vinculado a Sangüesa, este tren de vía estrecha propició la construcción de un nuevo puente en el pueblo de Liédena, y abrió además un túnel de acceso a la Foz de Lumbier. «La perforación se produjo a unos cincuenta metros del puente del Diablo, y permitió la comunicación de ambos pueblos separados por la sierra de Leire». Hasta entonces la foz de Lumbier había sido intransitable, y los vecinos de Liedena y Lumbier tenían que dar un áspero rodeo por el llamado camino de la Piedra, que sube por el monte. Hoy, con la foz de Lumbier convertida en reserva natural desde 1987, los peregrinos del camino de Santiago, y los numerosos turistas que visitan este paraje, se acercan también hasta el puente del Diablo (o de Jesús), y algunos miran hacia el interior del desfiladero, con la impresión de encontrarse a las mismas puertas del infierno.
TEXTO: JOSÉ A. PERALES.
Por fin nos adentramos en la foz, un paraje espectacular. Parece mentira que el agua haya sido capaz de excavar todo esto...
La antigua vía del tren con sus pilotes de cemento.
Los principales habitantes del paraje: los buitres leonados.
Si miramos hacia atrás podemos entrever las ruinas del Puente del Diablo, a la salida de la foz.
Unos colores muy sugerentes a la luz del atardecer.
Y por otro túnel similar al anterior salimos de nuevo a los campos tranquilos, como si entráramos de nuevo al mundo real viniendo de uno de sueños y leyendas.
A nuestra derecha vemos la Ermita de la Trinidad, por donde empezamos el paseo, y los barrancos por los que fuimos a la mañana.
Este árbol solitario vigila el camino que lleva a la foz junto a un merendero.
Éste es el parking de la foz, donde no dejamos el coche porque nos daba rabia tener que pagar pudiendo dejar el coche a 20 minutos en el pueblo. Además, para subir a la ermita nos venía mejor dejarlo allí.
Y nada, 20 minutos después de salir de la foz llegamos al pueblo de nuevo por donde salimos hacía unas seis horas... La ruta se hace en poco menos de cinco sin parar tanto y sin equivocarte...
Allí se despide la ermita...
... y el antiguo matadero, junto al que dejamos el coche.
Y de nuevo para Pamplona.
Esta foto no se ve muy bien. Está sacada con el coche en marcha desde la subida a Loiti, pero se aprecia Lumbier y la sierra por la que hemos subido a la ermita.
Por último aquí dejo el mapa de la ruta. Espero que os haya gustado. Hasta otra y feliz Navidad y año nuevo a todos!
Brutal el reportaje Gonzalo, ¿ves cómo no hace falta ir a la Pala de Ip para disfrutar también? Un recorrido sumamente tranquilo, y que además veo que da mucho juego para las fotos. Un abrazo y feliz año!!
ResponderEliminarTienes toda la razón Mikel, y esto me lo has enseñado tú con tus reportajes de los centenarios. Así que puedes sentirte orgulloso. La verdad es que cuando vine a Pamplona me deslumbré con el pirineo y no veía más allá, pero he aprendido que hasta el más pequeño cerro tiene un encanto especial. Cada sitio distinto, pero único... Saludos y feliz año a tí también.
ResponderEliminareste fin de semana hemos hecho el mismo camino pero al revés,con un poco de nieve pero han sido espectaculares las vistas y el paseo por lo que hemos terminado deshechos
ResponderEliminarJajaja. Pero el cansancio se acabará pasando y el recuerdo ahí queda!!
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