El día 2 de enero del nuevo año 2009 me fui con mi padre a dar un paseito antes de comer, por los campos que él se recorría de niño. Estamos en Alcázar de San Juan, un importante pueblo de la Mancha, en la provincia de Ciudad Real. Subiremoos al Cerro de la Horca (705 m.), donde antiguamente hubo un molino.
Para los que no conozcan mucho la zona explicaré que La Mancha es una región natural que comprende parte de las provincias de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, llamada así por el color rojizo de su tierra. Una explicación muy detallada de la comarca se puede encontrar en wikipedia.
Nosotros empezamos nuestra ruta desde el Paseo de San Isidro, cruzando las vías del tren que rodean la ciudad por el este.
Por un ancho camino subimos a la Ermita de San Isidro, de 1944 (según el año de la veleta).
Al este podemos ver el blanco caserío de Campo de Criptana, encaramado en su cerro coronado por los molinos.
Desde la ermita se sube en pocos minutos a lo alto del Cerro de la Horca (705 m.), donde hasta hace relativamente poco había un molino y tenemos hoy día una antena y una imagen del Sagrado Corazón bastante deteriorada. Alcázar yace a nuestros pies. Mi padre se asombra de cómo ha crecido el pueblo desde la última vez que subió a este cerro, hace ya muchos años.
El Torreón de Santa María.
La Iglesia de San Francisco y la de Santa Quiteria (en las sombras).
Al sur tenemos los molinos de Alcázar en lo alto del Cerro de San Antón (730 m.), donde tantas veces paseó mi padre de chico. En este enlace aparece un recuento de los molinos que hubo en Alcázar.
Campo de Criptana destaca entre los pinos con que han sembrado lo alto de este cerro.
Los colores de la llanura manchega, un auténtico espectáculo de tonos y colores cambiantes a lo largo del año.
Esto es lo que hay hoy día en lo alto del cerro.
En la ladera del Cerro de San Antón un pastor cuida a sus ovejas que pacen mansamente. Abajo se ve un coche en el Camino de Socuéllamos.
Un último vistazo a Campo de Criptana y nos disponemos a volver, que se hace tarde para ir a comer.
Bajamos por entre las olivas sin camino fijo hasta que llegamos a uno que nos acercará a las vías del tren.
Salimos de nuevo a las vías del tren que cruzamos con ciudado para volver al coche. Un paseo corto pero lleno de buenos recuerdos.
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